agosto 06, 2012

Minesweeper

Acabo de hacer la reflexión de que las relaciones interpersonales, las de pareja en específico, se asemejan un poco al juego del buscaminas, partes con un campo en blanco, no sabes nada, y haces preguntas (clic) en distintas casillas para ver si hay pistas (numéricas) o bombas, con lo que acaba el juego. 
Las pistas se van dando de a poco, a menos que uno tenga "suerte" y se despejen varias cuadrículas a la vez; cuando un apresura esto, el juego tiende a acabarse más pronto, y uno aprende de sus errores. Pasa que luego de jugar un par de miles de veces, te acostumbras pequeñas triquiñuelas que se pueden hacer o descubrir en el juego, pero éste sigue dependiendo de errores tuyos, si te equivocas en lo más mínimo, pierdes automáticamente, sin derecho a reclamo... ahora, puedes jugar el mismo juego, la misma partida, con la misma persona, pero sería volver a recorrer un camino idéntico, nada nuevo, ninguna nueva emoción, y es ahí cuando pierde el sentido, y te ves obligado a moverte, cambiar, comenzar un nuevo juego.
Hay veces en que tu último movimiento ya no depende de tí, sino de tu suerte, azar, destino, plan divino, mariposas en el caribe que hagan que la tormenta en el extremo oriente del planeta se desencadene.

agosto 01, 2012

El Chico al final de mi mano

Hoy desperté con una idea en la cabeza: hay una mano justo donde termina mi mano, termino yo, y parte esa mano, que está pegada a una muñeca, brazo, hombro, espalda, torso, piernas y cabeza, otro humano, otro chico. Mi sentido común me dice que está bien, pero no es raro, acaso, que de pronto te des cuenta de que no estás limitado por tu propia corporalidad, sino que tal vez, y sólo tal vez esté unido, ligado, compenetrado, completado o incluso aunado con otro ser, el que continúa luego de ti física, mental, espiritual y  metafóricamente?. 

No es que pensemos lo mismo, o que uno complete la frase que el otro comenzó, ni mucho menos que hagamos movimientos parecidos, sólo estamos uno al lado del otro, un poco ansiosos de todo y de nada; a sabiendas de que puedo dejar caer  mi peso sobre sus hombros. Viceversa. Que no hay malos planes ni malas ideas, que lo que se me ocurra, no estará en tela de juicio, sino que se complementará con sus ganas. Viceversa. 

Suene de la manera que suene, el que mi mano no sea el limite final de mí, hace que todo suene, se vea, sepa, se presente, llegue, parta, funcione y salga mejor, con más intensidad, menos azul, marrón, púrpura, violeta, negro. 

El chico al final de mi mano me hace pensar cosas así, tratar de describirlas; el chico al final de mi mano sin siquiera saber bien lo que siento, hace que me sienta apoyado, importante; el chico al final de mi mano es fugaz, como todo en mi vida; el chico al final de mi mano, a final de cuentas...