agosto 01, 2012

El Chico al final de mi mano

Hoy desperté con una idea en la cabeza: hay una mano justo donde termina mi mano, termino yo, y parte esa mano, que está pegada a una muñeca, brazo, hombro, espalda, torso, piernas y cabeza, otro humano, otro chico. Mi sentido común me dice que está bien, pero no es raro, acaso, que de pronto te des cuenta de que no estás limitado por tu propia corporalidad, sino que tal vez, y sólo tal vez esté unido, ligado, compenetrado, completado o incluso aunado con otro ser, el que continúa luego de ti física, mental, espiritual y  metafóricamente?. 

No es que pensemos lo mismo, o que uno complete la frase que el otro comenzó, ni mucho menos que hagamos movimientos parecidos, sólo estamos uno al lado del otro, un poco ansiosos de todo y de nada; a sabiendas de que puedo dejar caer  mi peso sobre sus hombros. Viceversa. Que no hay malos planes ni malas ideas, que lo que se me ocurra, no estará en tela de juicio, sino que se complementará con sus ganas. Viceversa. 

Suene de la manera que suene, el que mi mano no sea el limite final de mí, hace que todo suene, se vea, sepa, se presente, llegue, parta, funcione y salga mejor, con más intensidad, menos azul, marrón, púrpura, violeta, negro. 

El chico al final de mi mano me hace pensar cosas así, tratar de describirlas; el chico al final de mi mano sin siquiera saber bien lo que siento, hace que me sienta apoyado, importante; el chico al final de mi mano es fugaz, como todo en mi vida; el chico al final de mi mano, a final de cuentas... 

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